miércoles, 26 de diciembre de 2012

Profe, ¿pero p´a qué vale la Filosofía? Para mucho más de lo que piensas, hijo…


Cuando era jovencita y estudiaba Bachillerato (en mi época BUP), todos pasamos por una asignatura que se llamaba “Filosofía”. A la mayoría de la gente le parecía una pérdida de tiempo monumental y una comedura de tarro, comparado con el dibujo técnico o la química. La Filosofía no “produce cosas” como otras disciplinas y encima parece que se trata de “pensar por pensar”; así que no era muy atractiva para unos chavales que disfrutábamos programando videojuegos en BASIC.

Por la inmadurez, las hormonas, y etc.. no comprendimos lo relevante de saber algo de Filosofía. No entendimos nada. Pero resulta que todo el saber humano, en el fondo fondo, parte de la Filosofía y a ella vuelve. Filosofía no es más, en griego, que “amor a la sabiduría”. Y en esto fijo que estamos todos de acuerdo. El filósofo Inmanuel Kant, al final de su vida, dijo en una carta que su trabajo había partido de dar respuesta a tres preguntas:

-          ¿Qué podemos saber?
-          ¿Qué debemos hacer?
-          ¿Qué me cabe esperar?

La primera atañe al conocer humano. ¿Cómo está constituido el mundo?¿Qué puedo saber de él? (=física, ingeniería, medicina etc..)  Y finalmente ¿Realmente puedo saber algo seguro acerca del mundo? (= filosofía de la ciencia)

La segunda pregunta se dirige al actuar humano. ¿Cómo debo configurar mi vida? ¿Cómo debo comportarme con mis semejantes? ¿Somos o no somos libres en nuestra voluntad? (= ética) ¿Cómo debería articularse la sociedad humana? (= política)

La tercera pregunta se refiere al sentido de trascendencia ¿existe algo después de la muerte? ¿Cuál es el sentido de la vida del hombre? (= religión o en su lugar, búsqueda de “lo absoluto”)

La cultura hindú se centró fundamentalmente en la tercera pregunta: la trascendencia del hombre. Desarrollaron un fantástico conocimiento intuitivo y profundo de una verdad más allá de la apariencia física y el lenguaje, el auténtico sentido de la vida. Hay que reconocer que esto lo consiguieron como nadie y son bien conocidas la paz y la profundidad espiritual que alcanzan muchos budistas (por ejemplo).

La cultura china se centró en la segunda pregunta, es decir, la organización de los pueblos. Para ellos lo fundamental era enfocarse en conseguir la mejor organización social y comunitaria posible. Por tanto, son un pueblo poco individualista (con las cosas buenas y malas que eso supone). Constituyen en algunos aspectos una de las sociedades más eficaces que existen, donde se prima el resultado global por encima del progreso individual. Obviamente a los occidentales esto no nos gusta ni un pelo, pero sin llegar a un extremo, mucho podemos aprender del trabajo en equipo sin “figuras” ni “estrellas” tan apreciadas aquí. 

La cultura occidental, que es la nuestra, se centró desde el principio (Grecia) en la primera pregunta: cómo está construido el mundo, qué puedo conocer de él, cómo puedo mejorar mis condiciones de vida mediante mi conocimiento de las cosas. Por ello, los occidentales aportamos a la Humanidad el desarrollo del pensamiento racional, la lógica, el método científico (tal y como lo entendemos ahora), la tecnología más avanzada que conocieron los tiempos y el foco puesto en avanzar, en progresar, con un ritmo hacia el futuro trepidante. Para los orientales, la idea de “progreso” tal y como la hemos entendido aquí, no ha sido históricamente tan importante como la búsqueda de la propia verdad interior. 

Cuando llevas ya unos años vividos, te das cuenta de lo relevante que se vuelve plantearse estas preguntas. Hay dos formas de vivir la vida: pensando y sin pensar. Si no piensas, vives la vida bajo la óptica unívoca de tu cultura particular (occidental, oriental), con lo cual te pierdes cosas muy importantes que podrías aprender. Quedas a merced de otros que han pensado por ti quién eres y qué papel tienes en la sociedad, qué ética debes tener, qué debes aprender, cómo tienes que desarrollar tu sentido de la trascendencia, etc. Y encima, asumes como única e invariable la organización social en la que te encuentras sin plantearte si sería mejorable.

Los pueblos han evolucionado gracias a las ideas y las ideas han marcado la atmósfera, el ambiente y el sentido final de las personas y las sociedades. Un pueblo que no piensa es una sociedad civil muerta. Yo creo sinceramente que, en este momento de cambio y de crisis, no vendría mal que todos fuéramos un poco filósofos.