lunes, 1 de octubre de 2012


DISNEYEUROPA
El otro día tuve un sueño… o una pesadilla según se mire. Me vi metida en un mundo futuro muy curioso, inesperado por una parte pero esperable por la otra teniendo en cuenta nuestro panorama socioeconómico actual. Cuando desperté lo vi todo con ojos nuevos. Y me reí mucho, por el momento… (no es por amenazar).
Se lo cuento: al salir a la calle una mañana de lunes, o puede que de jueves (lo mismo me da), me encuentro que Madrid está lleno de parques, árboles por las calles y fachadas recién pintadas.También me dio la impresión de que había menos contaminación. Había desaparecido la nube grisácea que muchos días envolvía la ciudad en su manto postindustrial; y en su lugar la divina luz del sol sureño de Europa entraba a raudales por las ventanas. Hasta cantaban pajarillos y todo… una cosa surrealista. Yo no recordaba haberme fumado un canuto el día anterior o tomado LSD, entre otras cosas porque no tomo drogas por definición, así que no entendía nada. Decidí acercarme a la Plaza de Manuel Becerra, cerca de mi casa, y de ahí andando por Goya hasta la plaza de Colón, para ver qué pasaba.
Al llegar a Manuel Becerra me pareció todo muy raro. Ya no estaban los cuatro carriles de asfalto en Alcalá y en su lugar vi los railes de un tranvía y un centro arbolado con columpios. Siempre ha habido un bingo allí, pero me encuentro que hay cuatro salas de juegos y muchos restaurantes temáticos: comida china, japonesa, hindú, española (¡y lo anuncian!), francesa, etc.. Además, había chiringuitos por las calles que vendían banderas de Europa, chucherías, arroz tres delicias, rollitos de verduras, ura makis etc… Las casas que yo recuerdo estaban prácticamente ocupadas por negocios de hostelería, juegos y lo que aquí llamamos “tiendas de chinos”. Algunas, pintadas con colores vivos sobre la piedra. Bajando por Goya me encontré que algunas de las viviendas nobles habían sido respetadas en las fachadas y sí parecía que vivía gente, pero la decoración de los portales era muy ecléctica y, digamos, multicultural. Madrid es una ciudad que poco a poco va tomando un tono étnico o como se suele decir, cosmopolita, pero esto era el acabose: había muchísimas personas ancianas de todas las razas y también mucha gente joven, sobre todo asiática, vestida de todo menos de ir a trabajar: shorts, botas de trekking, tacones de corcho y vestidos de playa.
Según bajaba por la calle con cara de merluza, me imagino, unos treintañeros me empezaron a sacar fotos. Uno de ellos se acercó a mí y me pidió en inglés, amablemente pero con cara de no admitir un “no”, que posara con ellos. De repente me sentí como los africanos de Senegal con los que nos sacábamos fotos el año pasado. Fotos a ellos, a sus casas, a sus familias.
Entonces lo entendí todo: Madrid se había convertido en una especie de super-decorado de sí misma, era un macro parque temático lleno de turistas. Y nosotros, los actores. Pensé que era cosa del país, que alguien lo habría vendido directa o indirectamente; y fui como un rayo a comprarme un periódico. Compré tres y en tres idiomas. Lo que me encontré es que el fenómeno, a mayor o menor escala, se daba en toda Europa. Todos participaban, pero había especializaciones: unos países ofrecían zonas residenciales muy tranquilas y extremadamente seguras con un sinfín de recursos sociales (Francia, Alemania, Bélgica y similares), otros se enfocaron más por el dinamismo juvenil, las fiestas, las bodas, el arte y la creatividad en el tercer sector, otros ofrecían parques tecnológicos, etc..
Tres horas leyendo y ya me hice una composición de lugar. Con el tiempo, en la vieja Europa dejaron de fabricarse o producirse las cosas que se necesitan normalmente para la vida: ropa, muebles, grifos, teléfonos, espaguetis, conservas etc… Por el contrario, sí que existían algunas áreas dedicadas a generar cierto tipo de conocimiento muy especializado, tecnológico o humanístico, subvencionado por las grandes economías del mundo. Fortunas que no estaban en el continente, por supuesto.
Hacía tiempo que la producción de casi todo se hacía en lo que se solían llamar “países emergentes”, ahora gestores y líderes del mayor trozo de la tarta de una economía que los periódicos que compré llamaban post-capitalista. El Sistema se impuso en toda su crudeza tal cual es: fabricar una cuchara en china cuesta el sueldo del chino y los costes del material. Fabricarla en Francia cuesta el sueldo del francés, más el plus acordado en el convenio con los sindicatos, más los impuestos para mantener las excelentes prestaciones sociales, más las pensiones de la población hiperenvejecida, más lo desviado indirectamente a financiar los partidos, más las comisiones de los intermediarios en la compra del material, más la pandilla de asesores de los funcionarios de la mega-administración del estado (que garantizan el “estado del bienestar”), el % a los colectivos desfavorecidos, la partida de las ONG, etc.. y seguro que me dejo algo. Hoy por hoy, en nuestro mundo real, si hay una razón que explica que no se haya disparado hasta el infinito la inflación en el continente europeo es que la ropa, los cacharros y los detergentes (por decir algo) se pueden comprar muy baratos en las tiendas de los chinos.
Total, que Europa se convirtió en una zona del mundo completamente garantista, con la regulatoria más potente y más dura del mundo, magníficas prestaciones sociales y muy tranquila. No desapareció del mapa porque a los dueños del dinero les dio por conservarla para su vejez, para las vacaciones y para que ciertos cerebros sigan creando conocimiento que pudiera ser la base para algunos negocios, becados por los estados económicamente fuertes. Estos negocios no se montaban en Europa porque para qué, sería un lío con la administración, cumplir con toda la legislación aplicable y además muy caro. Los dueños del dinero hacían transferencia de tecnología a Malasia y santas pascuas.
Al final, nos convertimos en un continente subvencionado.
Y la inmediata es que pasamos a ser atracción de feria y nuestras mejores casas segunda residencia para las grandes fortunas de aquellos antes llamados “países emergentes”. El chino “de Rodríguez” en Shanghái mientras la mujer y los churumbeles se pasean por los Campos Elíseos.
Estábamos en éstas cuando me desperté. Madrid contaminado, la gente corriendo al trabajo. Todo como estaba. Y todos luego ”al chino” a comprar el Mr Proper.